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Bienvenidxs! Este sitio es un lugar en el que arrojar mis pensamientos, escritos, pequeñas creaciones y defecaciones... Si te interesa vomitar las tuyas, quedas invitadx. Si es lo que te mola, puedes cagarte en el cajón de los comentarios; si no es lo que te mola, haz lo tuyo o hazlo tuyo.  Siéntete libre en este espacio y dejemos volar nuestra creatividad con el máximo respeto posible ;)

La caricia fantasma



    De tu boca a la mía, la baba tensa un hilo. Y yo, paciente, espero que rompa y me explote en la cara, que me explote en la cara la saliva que humedece y ahoga hasta las caladas. Del muslo a los canutos, los dedos son ágiles, pero no lo son las palabras; las palabras siempre acaban en un silencio con-sentido y en una mirada, una mirada que dice que ahora no hace falta decir nada. Cada pequeño ejercicio de poesía y diálogo acaba informe, todo es un gruñido que, de por sí sólo, lo expresa todo, porque cualquier significante es inocuo cuando nos miramos de frente, sin miedo y con alas, sonrisas y lágrimas.

    He de reconocer que, cuando despierto en el desierto de mis sábanas, acompañada de pelotillas y rastros de autocomplaciencia, imagino que me traes el café a la cama, imagino que me traes el agua a la cama, imagino que me despierto abrazada, imagino que hay un besito en la nuca para darme los buenos días y hacerme sentir como que el mundo no es una mierda, que no pasa nada, que está todo bien, que hoy me despierto acompañada. Las manos que aprietan las muñecas, con seguridad, las manos grandes, largas y enroscadas en torno a ellas; tus manos, esas manos o unas manos podrían recorrer cada uno de los rincones de mi piel, unas manos que no son estrechadas, ni tocadas, ni llamadas, ni usadas, las manos que son tan sólo imaginadas, las manos cercenadas de sus dueños, como cada una de las partes, y que siento como un miembro fantasma. El brazo que me arropa, el ombligo en mi espalda, las rodillas flexionadas, los pies inquietos y hasta la sal en la llaga y el dardo en el centro de la diana, todas ellas forman la figura del fantasma que contiene miles de caras y ningún timbre en la voz, palabras desentonadas.

 

    Me pregunto, ¿cuál es mi esperanza? Y es que creo que hay un límite que se traspasa entre la fantasía erotizada y la esperanza romantizada.  A veces pretendo que todo esto no me importa nada, la mayoría de las veces no me importa nada. Pero, a lo lejos, siempre queda esa pequeña hada que me recuerda que no soy ni tan humana, ni tan animal, ni tan nada. La pequeña hada, expectante por que tomes la posesión del juego, aprieta los puños cada vez que te apropias de uno de esos dedos de una de esas manos y, como quien no quiere la cosa, se acerca al play y juega a no darle nunca al botón. ¡El pinche botón, púlsalo! Quiero escuchar Portishead de nuevo, comprobar si en todo este juego aún queda alguna reason to be a woman.

    Como si hubiera alguna razón o alguna tendencia en ser una mujer, como si de mi jodido sexo se desprendiesen los fluidos para categorizarme, como si de las entradas y las salidas de un coño se pudiesen extraer las conclusiones pertinentes, como si los gemidos pudieran ser un rasgo identificativos de mi feminidad, como unas piernas por las que se ha pasado una cuchilla de afeitar. ¡Como si me importara! ¡Como si de verdad me importara la cantidad de mujer que hay en mí -como si fuésemos un estúpido porcentaje-, como si eso lo fuésemos a debatir y decidir en una cama, en unas bragas, en un lenguaje y en una palabra!

    

    Como si me importara que las uñas de mis pies sean garras, como si me importaran que tus sobacos huelan a cansancio y marihuana…




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